Pagina 2 de 6
The Operation of a Death Squad in San Pedro la Laguna
.  
 
The Long Black Night
.
Painting: Tragedia
.
Capítulos de Operaciones de un Escuadrón de la Muerte en San Pedro la Laguna
[Introducción] [ I. Noche Negra ] II. Inusitada Luz ] III. Golpe Tragico ] IV. Conexión del Ejército ] V. Divisionismo y Democracia ]
.
Muchos sanpedranos han contado lo que ocurrió en la noche fatal del 29 de septiembre de 1980. A las once de la noche, Francisco oyó que alguien tocaba a la puerta. Creyó que era algún inofensivo borracho. Cuando abrió, fue apresado por hombres armados que vestían como soldados y llevaban mascaras. Algunos rodearon la casa, mientras otros entraron intempestivamente preguntando en donde guardaba Francisco su pistola. Buscando violentamente un arma inexistente dejaron la casa hecha un desastre. Francisco había instruido a su esposa para que prepara una maleta conteniendo dos mil dólares en efectivo que había pedido prestados hacia solo unos cuantos días de un banco para el desarrollo, los cuales le servirían para ayudar a construir una nueva iglesia para su congregación, El Redentor-Alianza Cristiana y Misionera. Ofreció el dinero a los intrusos a cambio de que lo dejaran libre. Y se llevaron tanto el dinero como a el, no sin antes cargar con todos los otros objetos de valor —un par de botas nuevas, ropa, un tocadiscos, canastas de pan, cuatro docenas de huevos y dos libras de carne.

Mientras los hombres caminaban sobre la carretera hacia el vecino pueblo de San Juan La Laguna, encontraron un camión que volvía de noche a San Pedro. Le hicieron “Alto!” al vehiculo y quitaron sus relojes al chofer y a su ayudante, así como algunos víveres que llevaban. No fue sino hasta el día siguiente que los sanpedranos se dieron cuenta que la banda tenía en su poder a Francisco.

Tan pronto como los hombres abandonaron el pueblo con su prisionero, la esposa de Francisco corrió al edificio municipal para avisar a los guardias de alta lo que había ocurrido. Los guardias quedaron estupefactos; nada similar había pasado antes. Se pensó que Francisco había sido llevado hasta Santa Clara La Laguna, un pueblo hacia arriba de San Juan La Laguna. Un pariente de Francisco que tenía experiencia militar y algunas conexiones fue a preguntar al coronel al mando del puesto militar en Santa Clara, para que lo ayudara a encontrar al prisionero. El coronel le prometió hacer averiguaciones en la capital y que Francisco seria liberado si es que lo tenía el ejercito, aunque de esto ultimo no había ningún indicio. Era dudoso concluía el coronel que el ejercito tuviera a Francisco. El cadáver no apareció tampoco, aunque durante un tiempo hubo algunos rumores de que había sido abandonado en Nahualá. El padre de Francisco fue a Sololá a reconocer un cadáver que podía ser el de su hijo. Pero resulto que no lo era.

Cuando se les preguntaba por que Francisco había sido victima de secuestro los informantes sanpedranos daban varias posible razones. Primero, porque Francisco se había opuesto abiertamente a la presencia de policías en San Pedro y de soldados estacionados en las vecindades, y porque había vitoreado a las guerrillas cuando aparecieron en el pueblo, por ello algunos soplones habían sin duda dado su nombre como “subversivo.” En segundo lugar, el era un prominente miembro de una cooperativa rural. En tercer lugar, fue visto a veces abordar un autobús temprano por la mañana para ir a vender un pan recién horneado, y algunos pudieron sospechar que estaba aprovisionando secretamente a las guerrillas en las colinas.

.

mat22_m.jpg (20271 bytes)

..
La misma escena subyugante – un toquito nocturno a la puerta, una captura, un vano esfuerzo por encontrar a la victima o su cadáver – se repitió en San Pedro una y otra vez en los siguientes dos años. La gente dormía intranquila, temiendo al sonido de pisadas y bendiciendo al final la llegada del amanecer.

Al principio la gente supuso que el secuestro había sido obra del ejército, pero cuando el tercer individuo fue raptado, se hizo evidente que los propios comisionados militares de San Pedro eran los responsables o que por los menos estaban de lleno implicados. Los disfraces o la cobertura de la noche no impidieron que los familiares de la victimas pudieran oír trozos de tz’utujil, el idioma maya local, o que reconocieran voces de algunos sanpedranos. Mientras fue pasado el tiempo y los comisionados se emborracharon de poder – también de licor – su lengua se soltó y divulgaron detalles que fueron escuchados por dueños de tabernas que los hicieron circular en los ámbitos del chismorreo del pueblo. Pero el saber quienes eran los responsables no era suficiente para disipar la oscuridad de los que se convirtió – en palabras de un sanpedrano – en una larga “noche negra.”

Los comisionados jugaban un doble papel haciendo el trabajo sucio por la noche y apareciendo como protectores de día. Fingían la presencia de la guerrilla disparando armas y haciendo explotar bombas después de que oscurecía. Pintaban las siglas ORPA y las de otras organizaciones guerrilleras en las paradas, y distribuían panfletos de estilo guerrillero. Ordenaron un toque de queda desde las seis de la tarde. Cuando convenía a sus propósitos, hacían que el electricista del pueblo desconectara el interruptor de la planta central de energía. Su poder era total. Un informante escuchó una conversación en la que el jefe de las reservas del ejército aseguró a dos comisionados locales que ellos tenían autoridad máxima y que estaban por encima del alcalde de San Pedro, porque ellos tenían armas y el alcalde no.

En dos ocasiones los comisionados alertaron al ejército para impedir supuestamente un ataque guerrillero y le dijeron a la gente que vivía cerca de las boscosas laderas de la montaña, en la parte más alta del pueblo, que abandonaran sus viviendas. El ejército desembarcó tropas en la orilla del lago, más allá de San Pedro. En un movimiento de pinza los soldados convergieron sobre el área arriba del pueblo, pero no había allí guerrilleros que atrapar. Una vez, un oficial que se hallaba en la carretera hacia Santiago Atitlán, le dijo a un camionero sanpedrano que temía entrar a San Pedro porque tenía fama de ser un hervidero de actividad guerrillera y que el ejercito había incluso considerado, llegado cierto punto, bombardear el pueblo. Sin embargo, de hecho ningún grupo guerrillero opera en el territorio de San Pedro, el cual se extiende a lo largo del lado norte (el que da al lago) del alto Volcán San Pedro. En el lado sur (o del Pacifico) del mas distante Volcán Atitlán es donde la ORPA tiene su cuartel general, bajo el mando de Rodrigo Asturias, hijo de Miguel Ángel Asturias, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1967, según afirma The Economist del 21 de septiembre de 1985 (p. 29).

Cuando los comisionados de San Pedro perpetraron el que habría de ser su ultimo secuestro a fines de 1982, quisieron despistar a los habitantes dejando atrás a dos de sus propios hombres atados con sogas para crear la impresión de que habían enfrentado a los guerrilleros durante la noche y que habían sido golpeados antes de que los intrusos se llevaran a la victima. Los captores ataron a su prisionero a un saco de arena y lo hundieron en el lago.

Una de las muchas victimas fue una mujer que vivía en un pueblo cercano. Ella era una costurera que había sido señalada por un comisionado que le solicitó le vendiera a crédito dos faldas finas para la boda de su hija. Ella entregó las faldas y repetidamente pidió su pago. Su pago fue la muerte. Vistiendo indumentaria típica de Santiago Atitlán, el comisionado guió a los soldados hasta su casa en la noche. Le dijo que saliera. Ella trato de escapar por una ventana pero fue muerta con fuego de ametralladora. La identidad del sanpedrano se conoce por que la hija de la victima reconoció su voz y su figura de alto porte.
.  
  mat22_m.jpg (20271 bytes)
.  
. Nosotros preguntamos si tanto la costurera como Francisco el panadero podrían haber estado en listas negras como “subversivos.” Se nos respondió que, bueno, si. En sus viajes por el país vendiendo su ropa, la costurera asistió a una concentración en Quirigua para celebrar el segundo aniversario de la victoria sandinista en Nicaragua. Otro “error” que ella cometió, se nos dijo, había sido colaboradora con el director de la estación de radio de onda corta instalada en Santiago Atitlán por los curas de la Misión Católica de Oklahoma (Micatokia) para promover la educación de adultos en el idioma maya local.

El listado negro de sanpedranos empezó aparentemente en la época de la Navidad de 1979, cuando uno de los tres policías apostados en San Pedro desde hacía dos anos mato a tirós a un hombre de otra pueblo, quien había llegado a San Pedro para una feria como operador de un juego mecánico. El policía estaba borracho; disparo su arma violentamente y mato al hombre accidentalmente. La gente de San Pedro, largamente acostumbrada a ejercer su propia vigilancia policíaca sobre la comunidad, habían estado alimentado un rencor contra los oficiales por haberlos sacado de las calles y por hacerlos de menos casi siempre. Enardecidos por el incidente mencionado, un grupo de sanpedranos asaltó al descuidado policía y persiguieron a sus compañeros hasta afuera del pueblo. Los nombres de quienes dirigieron el ataque, incluyendo a Francisco el panadero, fueron entregados al ejército por soplones que se dedicaban a la localización de individuos que mostraban irrespeto por la autoridad.

Muchos de las victimas fueron condenadas por razones muy diferentes a la de una supuesta deslealtad. La venganza personal era un motivo recurrente. Adolfo mató a su cunado en una cantina. El cuñado celebraba el nacimiento de un varoncito. En medio de una multitud y embotado por el alcohol, acusó imprudentemente a Adolfo, quien se hallaba armado, del secuestro del panadero. En agitada discusión, Adolfo sacó su pistola y disparo al otro de lleno en el pecho. La ira de Adolfo estuvo potenciada por algo más que el alcohol y los insultos momentáneos. Siendo hijo de una viuda pobre y sin propiedades, Adolfo había envidado largamente las ventajas de que había disfrutado su cuñado como vástago de una intachable familia de medios moderados. Lo irritaba, por ejemplo, el hecho de que su suegro pagara las cuentas de bar de su hijo y nos las de su yerno.
.  

Painting: Los Bolos

.
Adolfo argumentó que no había matado a su cunado. Insistió, a contrapelo de la opinión de numerosos testigos, que en un forcejeo por la posesión de su pistola, el otro se había disparado a si mismo accidentalmente. El padre del asesinado se rehusó a presentar cargos, no porque considerara que Adolfo era inocente sino porque, como nos los hizo saber, Adolfo estaba armado y porque prestaba atención al consejo de las monjas residentes allí, quienes lo orientaron a orar y a dejar que Dios fuera quien juzgara. En todo cosa, la categoría de comisionado situaba a Adolfo mas allá de cualquier castigo. Su jefe, Jacinto, tenía solo que asegurar ante sus superiores del ejército que el hombre asesinado era un subversivo.

En otra ocasión, Adolfo se enfureció cuando supo que uno de sus hermanos más jóvenes había sido apaleado por un musculoso sanpedrano en una pelea de bar. El hermano herido formulo cargos en contra de su agresor ante el juzgado local, y al acusado se le ordeno pagar por el tratamiento medico que aquel necesitaba. Sin embargo, Adolfo no quedó satisfecho y juró que el agresor tenía que pagar lo que había hecho de una mejor manera. Y lo hizo. Fue capturado por soldados y se convirtió en uno de los “desaparecidos” de San Pedro.

De ninguna manera fue Adolfo el único comisionado que uso su cargo para solventar problemas personales. Un secuestro, por ejemplo, fue explicado como la venganza de un comisionada contra un hombre que se había casado con una mujer que había sido la esposa de aquel. La animosidad personal fue a menudo un factor componente y no la única causa. Así, se dice de uno de los comisionados que participó en el secuestro de Francisco, que tuvo aparentemente motivos personales de venganza par hacerlo, como si la abierta postura del panadero y las razones ya indicadas no fueran motivos suficientes para determinar su desgracia.

Parece haber poca duda de que las autoridades del ejército guardaban una lista negra y de que ellos eran responsables de los secuestros en San Pedro. Pero no pudieron actuar solos. Personas desde dentro tuvieron que mostrar a los soldados los blancos, los cuales se encontraban en un pueblo grande, de mucha población y con calles sin nombre. Esas gentes de dentro, ya fueran comisionados locales u otros soplones sanpedranos, tenía que proveer los nombres de los “subversivos” para hacer las listas negras. No puede haber ninguna duda de que los comisionados colaboraban con el ejército. Eso es justamente lo que el ejército esperaba de ellos.

A menudo, sin embargo, los comisionados actuaban por su cuenta. De hecho, mas de uno de nuestros informantes especulaba que el panadero había sido capturado no por soldados sino por comisionados disfrazados de soldados, que no buscaban el arma de Francisco sino su dinero y que el éxito que esa vez tuvieron les había dado el sentido del dinero fácil. Uno de los dos cabecillas de este primer secuestro fue, se dijo, la misma comisionada que mas tarde guió a los soldados hasta la casa de la costurera que la había vendido faldas al crédito. Ese comisionado, el más viejo del grupo, fue caracterizado por algunos como el más pícaro de todos. Se sospechaba incluso que el, y posiblemente otros sanpedranos, había tenido que ver en el asesinato, el 28 de julio de 1981, del padre Stanley Rother, el cura norteamericano a cargo de la misión católica de Santiago Atitlán.

Si a un comisionado le asaltaban dudas o arrepentimientos, no podía retirarse fácilmente de la banda. Uno de nuestros informantes más confiables recordaba que Adolfo había llegado a él cuando el reinado del terror se encontraba a medio camino. Estaba obviamente preocupado acerca de algo. Ellos dos, protestantes ambos, oraban juntos y hablaban, pero Adolfo dijo solamente que estaba ansioso por renunciar su puesto. Había ido a cuarteles generales del ejército en Huehuetenango y Chichicastenango a pedir permiso para renunciar pero su renuncia había sido rechazada. Indico que les había dicho a sus compañeros de su deseo de retirarse y que había sido advertido de que ellos no se responsabilizarían de el si renunciaba. Imposibilitado de salirse del fango, Adolfo se hundió mas profundamente en el.

Otro comisionado quien, contrariamente a Adolfo, continúo con el grupo, les falló a sus compañeros y pago su descuido con la vida. Se trataba de un carnicero que no entrego a sus compinches el dinero recibido de amas de casa sanpedranas por la carne de un buey que su pandilla se había agenciado, arguyendo que había perdido el dinero. Sin embargo, el se había convertido en un hombre mareado por una razón adicional y mas grave. Sus compañeros averiguaron que alertaba a posibles victimas para que estuvieran en guardia, y estaba empezando a filtrar información incriminatoria. Al puro estilo pandillesco, fue llevado a dar “un paseo” que resulto ser una caminata por la playa cerca del embarcadero, de noche, con dos do los comisionados. Uno de ellos le disparo dos veces a quemarropa (los dos herida de calibre 22 estaban a menos de una pulgada de distancia en el área del riñón derecho,) mientras el otro disparo tiros al aire con una carabina para sustentar su argumentación de que habían visto a un guerrillero alto y rubio saltar de detrás del embarcadero y gritar, “Manos arriba,” antes de matar al carnicero.

Un sanpedrano que acababa de regresar del servicio militar como paracaidista le informo a la gente que había oído a los soldados murmurar que los comisionados locales eran los responsable de la ola de secuestros. Al repetir descuidadamente lo que había oído en el ejército, el ex-soldado firmó su sentencia de muerte. El irrespeto a la autoridad de los comisionados puede ser fatál. Un hombre desafió repetidamente el toque de queda de los comisionados, dedicándose a beber y andando por las calles de noche, y desapareció.

La afición al dinero fácil era inmediatamente satisfecha recurriendo a la extorsión. Era típico que un comisionado se la acercara a un hombre de familia, le informara que el nombre de su hijo aparecía en una lista negra y le ofreciera salvar la vida del muchacho si el padre le daba unos cientos de dólares. Obviamente, el dinero habría de ser usado para persuadir al personal militar para que se eliminase a aquel hombre de la lista. En igual forma, los comisionados podían simplemente demandar dinero de alguien bajo la amenaza de denunciarlo como subversivo si se hacia atrás. Las argumentaciones sobre la consabida inocencia no valían. El desafió podía ser fatal.

El pago tampoco aseguraba siempre la sobrevivencia. Uno de los ciudadanos más ricos entrego 900 dólares para no perder a un hijo que abiertamente había expresado su oposición a los comisionados militares. El muchacho siguió oponiéndose a la camarilla y perdió su vida. Los comisionados lo hundieron en el lago y, como se indico, ataron a dos de sus propios hombres para que pareciera que las guerrillas habían hecho el trabajo. El agraviado padre del muchacho computo una lista de 44 sanpedranos que habían pagado a extorsionadores por un total de docenas de miles de dólares.

.

Painting: Tragedia

.
El dinero no era, sin embargo, lo único de los que se apropiaban los pandilleros. Cierta vez obtuvieron un buen recaudo cuando ya tarde en la noche tocaron a la puerta de la casa de un sanpedrano que vivía en el asentamiento costero de San Pedro Cutzán. Sacaron al hombre de la cama, le pidieron las llaves de su pikop y se lo llevaron en el, vistiendo solo su ropa interior. Vendieron el vehiculo, y algunas personas afirmaron haberlo visto después en Quetzaltenango. El secuestrado no volvió a ser visto jamás.

Los comisionados se la pasaban yendo de un lado a otro en busca de botín, recogían una cabra en Santa Clara La Laguna, dos cerdos en Panyevar, una aldea distante de San Juan La Laguna y algún otro botín en otra parte. Bordeando el lago llegaron hasta Tz'ununá (una aldea de Santa Cruz La Laguna) para escamotear algunos bienes. También obtuvieron a punto de pistola cámaras y otros objetos valiosos de turistas extranjeros que alquilaban cuartos de a dólar la noche frente al lago en San Pedro. Según el propietario de una pensión, Jacinto, el jefe de comisionados quiso una vez que aquel diera a su hija en préstamo por un mes a un amigo del comisionado que vivía en la capital. La chica había sido reina de belleza del pueblo ese año. Su padre le mando inmediatamente a México. Claro que solo un número limitado de sanpedranos tenía los medios y las conexiones para enviar a sus familias amenazadas hacia lugares distantes. Algunas de esas familias hicieron justamente eso porque generalmente eran los sanpedranos más ricos los que más tenían que temer do los rapaces comisionados.

La banda se las arreglo para vivir muy bien a costa de los cerdos que capturaban. Organizaban orgías en la playa, bebían y comían, y disfrutaban a mujeres que invitaban o forzaban. Algunos de ellos tenían dos mujeres, según nos indico un informante, y dilapidaban la mayor parte del dinero en alcohol. Su jefe, Jacinto, bebió tanto ya al final de su mandato que fue incapaz de hacer trabajo alguno. La violación no era algo extraño. Los comisionados fastidiaban a las muchachas jipis que paraban en las pensiones del lago. Una vez desnudaron a una sanpedrana y la hicieron andar así por la calle. Otra mujer fue violada por 12 pandilleros.

Debido a la percepción que tenía el ejército – manipulada por los comisionados – de que San Pedro era un lugar peligroso, un oficial llego al pueblo en mayo de 1981 para anunciar que el número de comisionados tendría que aumentarse. Un ciudadano con liderazgo, el más respetado de los dos güizaches (vocablo local para designar a los abogados sin titulo que ejercen ilegalmente) hablo en esa ocasión y solicito que todos los comisionados fueran sustituidos. El oficial visitante respondió que eso no se haría, que si el pueblo tenía problemas con el grupo ya existente, esa era un asunto que debía tratarse con el Juez de Paz local.

De acuerdo con esto, el güizache y el alcalde (que hacia las veces de Juez de Paz en San Pedro) redactaron un documento solicitando el cambio. Aunque desafiar a los corruptos comisionados era en extremo peligroso, 27 ciudadanos firmaron valientemente la petición (puede ser una coincidencia que dos de los hijos del güizache desaparecieran después, uno para no aparecer mas y el otro para reaparecer con una herida de bala que recibió al intentar escapar de sus captores.) Copias de aquella solicitud se enviaron al Gobernador, el Ministro de la Defensa y el Presidente Lucas García. La solicitud fue ignorada, y la ola de crímenes comenzó a crecer.

Por su parte, los comisionados – solo algunos de los cuales tenía armas: pistolas y escopetas – se ocuparon de fortalecer su núcleo pidiendo más armamento. El 27 de febrero de 1982, elevaron una petición en la que su jefe, Jacinto, pedía al Ministro de la Defensa, General Aníbal Guevara, que les entregara armas a todos los comisionados que se listaban en la petición. La lista de Jacinto era de 26 nombres. Varios meses después recibían carabinas.

Desde el principio, el número exacto de comisionados que operaban en San Pedro solo podía conjeturarse. Había miembros encubiertos y los había descubiertos, y el número de ambos se incrementaba con el tiempo. Aparentemente a Jacinto se le dio carta blanca para seleccionar a sus asistentes. Algunos miembros del grupo fueron coaccionados a unirse a el, según se nos informo, por medio de la amenaza de que serian denunciados como subversivos si no cooperaban. Los sanpedranos que menos parecieron la amenaza desaparecieron.

El 23 de marzo de 1982, poco después de que Jacinto sometiera su petición de más armas, un golpe de Estado llevo a Ríos Montt al poder. El nuevo Presidente prometió públicamente eliminar la violencia innecesaria y erradicar la corrupción en el ejército. Instó a los ciudadanos a reportar abusos. Los sanpedranos cobraron coraje y redoblaron sus esfuerzos para echar de allí a los malvados comisionados. Individuos y delegaciones protestaron y apelaron en todas direcciones. Un documento firmado por una multitud de hombres del pueblo y respaldado por el alcalde, fue llevado a la capital por Antonio, un individuo de singular mentalidad cívica. Como ex alcalde había forjado una relación política con alguien que trabajaba como secretario para Ríos Montt. El secretario tomo la petición, indicando que se la entregaría al Presidente. A Antonio se le dijo que volviera en diez días. Así lo hizo y entonces le fue informado que la petición estaba siendo estudiada por el Ministro de Gobernación.

Diez días más tarde, Antonio volvió a viajar a la ciudad y el secretario le dijo entonces que el arresto de los comisionados no era posible: Ríos Monte había dicho varias veces que el país necesitaba hombres con la fuerza suficiente para matar. Antonio intento entonces entregar una copia de la petición al Comandante de la Zona Militar 14 (Departamento de Sololá), en donde fue rechazada bajo la argumentación de que había sido considerada ya por el presidente. Una petición similar hecha por la fuerza permanente del pueblo, un grupo cerca de 100 sanpedranos con experiencia en el servicio militar, no tuvo más éxito que la primera.

Era una política del gobierno de Ríos Montt el rotar a los comandantes militares periódicamente, y reemplazar a los munícipes. De acuerdo a esto, el alcalde de San Pedro fue removido de su cargo el 15 de junio de 1982. Había sido electo por voto popular, estaba bien visto y su periodo aun no había concluido. El pueblo quería conservarlo en su puesto o por los menos que se le permitiera seleccionar a su sucesor; sin embargo, no tuvo mas remedio que aceptar a Jorge, el favorecido de la camarilla de comisionados y alcalde designado desde arriba. Jorge asumió su puesto el 16 de junio de 1982.

Jorge había viajado a la capital en 1956, cuando era joven, para enrolarse en el servicio militar, y se había quedado allá para hacer carrera en el ejército. Había sido guardia de honor, después fue guardia presidencial, luego fue chofer y portero de la Casa Presidencial; finalmente había sido cocinero en la residencia del Ministro de la Defensa. Solía visitar San Pedro de cuando en cuando, pues ahí se había casado y tenía familia, además de haber heredado alguna tierra. Por ello, luego de muchos anos de servicio militar decidió volver. Cuando surgió la oportunidad de ser alcalde, obtuvo una recomendación del ministro a quien lealmente había servido, y esto le aseguro el respaldo del comandante militar en Sololá, cuy aprobación de nombramiento era decisiva. La gente se dio cuenta de que Jorge, contrariamente al alcalde al que sustituya, seria más un obstáculo que una ayuda en su campana por acabar con la violencia. Estaban convencidos de que el estaba de parte de los maleantes y que estos habían iniciado o apoyado su nombramiento. Pero no cejaron en su empeño de librar al pueblo de criminales.

En una reunión en agosto de 1982, miembros de la fuerza permanente pidieron al coronel visitante, quien coordino la asamblea, que los actuales comisionados fueran reemplazados porque, entra otras cosas, algunos de ellos no tenía ni siquiera entrenamiento militar. El coronel no se inmutó con aquel argumento; dijo que le interesaba la expansión y no la sustitución. Entre los ex soldados que pedían un cambio estaba el joven que más tarde fue aprehendido y tirado al lago atado a un saco de arena. Cuando el padre de la victima fue a la oficina del alcalde a reportar el secuestro, Jorge le dijo que su hijo había sido capturado por los guerrilleros. El padre respondió que eso no era así y agrego: “Las cosas están muy mal cuando matamos a los de nuestra misma clase. Debería arrepentirse.”

Jorge fue blanco de otras acusaciones durante su periodo, que duro más de un ano. Fernando, uno entre varios candidatos potenciales a alcalde cuando Jorge obtuvo el puesto, agrego a este en la lista de hombres que denunció como criminales y colaboradores en un rió de telegramas que envió a altas autoridades. El alcalde y varios comisionados, en respuesta, acusaron a Fernando de parcialidad en cuanto a los asesinatos. Los denunciaron al comandante del puesto militar en Santiago Atitlán, quien le ordeno comparecer a juicio. Ignorando lo que le podría ocurrir, Fernando le entrego a su esposa el testo de un telegrama para ser enviado a Ríos Montt en caso de que no regresara a su casa esa noche, Fernando había estado activo en el Partido Democracia Cristiana cuando este apoyo a Ríos Montt en su desafortunada candidatura a la presidencia en 1974.

Un documento oficial (las minutos de la reunión firmadas por todos los participantes) con fecha 25 de octubre de 1982, resume lo que ocurrió ese día en Santiago Atitlán. Fernando fue acusado del crimen de desamar acusaciones falsas contra seis sanpedranos que lo confrontaban. Cuatro de los acusados por el eran comisionados: Jacinto, Adolfo y otros dos, Jorge el alcalde, era otro de ellos. También lo era Mario, un güizache litigante con mala reputación en San Pedro. Como evidencia se mostraron copias de numerosos documentos que Fernando había presentado a las “más altas autoridades del país.” No había testigos de defensa. El testimonio de los acusados, rezaba los minutos, probaban que las acusaciones de Fernando eran falsas, sin fundamento y, además, resultado de acres actitudes del interpelado debido a su frustrado deseo de ser nombrado alcalde de San Pedro sin tener apoyo popular. Por haber perpetrado calumnias y falso testimonio, el comandante del puesto ordeno que Fernando fuera detenido en la base militar hasta que pudiera ser transferido a la prisión adecuada. Al no volver Fernando a su casa esa noche, la esposa envió el telegrama preparado a Ríos Montt. Unos días después, siete de los comisionados militares de San Pedro fueron arrestados y Fernando liberado.
..
. Capítulos de Operaciones de un Escuadrón de la Muerte en San Pedro la Laguna
[ Introduction ] [ I. Noche Negra ] II. Inusitada Luz ] III. Golpe Tragico ] IV. Conexión del Ejército ] V. Divisionismo y Democracia ]
.
LINKS TO SECTION PAGES
Healer ] Curandero ] Operation of a Death Squad ] Operaciones de una Esquadron de Muerte ] Village Life ] Vida de un Pueblo ] Sibling Rivalry ] Rivalidad entre Hermanos ] Calendar Round ] Long Count 2012 ] Edgar's Story ] Anthropolgist & Weaver ] Ixtamer ] Ixtamer Español ] Lorenzo ] Lorenzo Español ] Mariano & Matias ] Mariano & Matias Español ] Mario ] Pedro Rafael ] Pedro Rafael Español ] Victor Vasquez ] Victor Vasquez Español ]

To contact us write: Arte Maya Tz'utuhil, P.O. Box 40391, San Francisco, CA 94140.  Telephone: (415) 282-7654. Email me at

All paintings and photographs Copyright © 1988–2015 Arte Maya Tz'utuhil
Todas pinturas y fotografías son
Derechos Reservados © 1988–2015 Arte Maya Tz'utuhil